El jardín de los limoneros

Hace tiempo que veo en mis sueños un jardín cuajado de limoneros, plantados en grandes macetas de barro y dispuestos en un trazado clásico, en torno a una fuente de mármol dedicada a Ceres. Al fondo, naranjos grandes sobre la tierra desnuda, en contraste con el azul del cielo que se contemplará sin obstáculos desde mi casa.

18.6.06

Para mi novio... :)



...Érase una vez una jovencita madrileña que todos los viernes después de la escuela se marchaba feliz a la montaña.

Le gustaba como nada en el mundo llegar allí, salir del coche, abrir la verja verde, entrar al jardín y dar una vuelta rápida para ver el pino, los abetos, los frutales y las flores nuevas. Después corría a su habitación para abrir la ventana y que el olor a cerrado desapareciera, dejando paso a una mezcla de madera, cortinas y verdor.

Cuando hacía calor, los sábados por la mañana, recién despierta, caminaba descalza hasta el rincón del jardín en el que caen los primeros rayos de sol, y se lavaba la cara en la fuente de piedra.

Antes del mediodía solía recorrer alguno de los senderos de alrededor. El sol le coloreaba las mejillas y su caminar deprisa, como costumbre cada mediodía del verano, le hizo más resistentes en aquel tiempo las piernas y el corazón. Llegaba sudorosa a la pequeña piscina con vistas a los alrededores y, después de un ducha y de alguna charla alegre con la buena gente del lugar, se sumergía en el agua que espejaba su montaña, en una ola fresca de placer y paz, y nadaba despacio durante mucho tiempo, hasta que llegaba la hora de comer.

Por la tarde, a la hora en la que las golondrinas alborotan el cielo, surcándolo como flechas que chirrían, se alejaba nuevamente por los caminos para ver atardecer.

Y era a esa hora cuando el corazón dibujaba con más nitidez sus sueños sobre el viento... Líneas imaginarias que trazaban una sonrisa en el aire, una mirada desde el horizonte, unos brazos firmes que rodeaban su cintura, envolviéndola en un escalofrío inicial que se deshacía en gotas de anhelo y suave melancolía; de espera... y de esperanza.

Y soñaba a quien habría de venir... A quien ella podría darle todo... A quien confiar su vida, sus palabras y su cuerpo... A quien cuidar en la dicha y en la dificultad, con el mimo y la paciencia de una madre y con la entrega apasionada de una novia... A quien escuchar con los ojos, los oídos y la piel, cada palabra... A quien darle lo mejor, tratando de ser cada día un poco mejor, para ello... A quien querer de un modo más profundo del que los demás querían a sus parejas... A quien, a veces, desde la almohada, le preguntaba "¿dónde estás?".

...Y también pensaba en otros temas, en otros colores de la vida... En un mundo complicado en el que la verdadera belleza se esconde en su silencio, lejos del ruido, y a veces hay que aprender a no escuchar para encontrarla. ...Y a veces está muy cerca; es tu propia vida coloreada desde la emoción por contemplar un atardecer o el apagar la sed saboreando un vaso de horchata en la terraza, al caer la noche, mientras tu abuela canturrea una canción de su tierra y tu hermana pequeña baila con un vestido de volantes, riendo sobre la hierba.

Y la muchacha volvía a casa escribiendo, con cada paso, un día más de su historia y de sus sueños; un día más de su crecimiento; un día más de su aprendizaje... Madurando poco a poco como una fruta al sol, evolucionando a veces sin saberlo, a veces conscientemente.

___

Hoy, 18 de junio de 2006, todos estos pensamientos, todos estos pasos en mi camino, me llegaban a la mente hace unas horas... Y doy gracias al cielo por mis aciertos, mis errores y mis remiendos, porque juntos han formado el equilibrio que ha permitido cruzar mi vida con la de él.

...Y hace unas horas, yo pensaba todo esto, sentada en la hierba blanda y apoyada en una valla, al pie de mi montaña, y rodeándole a él y a mis sueños entre mis brazos.


:)

16.6.06

Mi oda al calendario




Agosto azul, lloraste y sonreíste
conmigo sobre la arena mojada.
Mis sueños sobre la luna meciste
y los desembocaste en su mirada.

Del sueño que soñé, de aquel que existe,
septiembre, me guiaste a la morada.
Un monte desnudó mi lado triste,
y un puerto me vistió de luz dorada.

Y al calor que en otoño se resiste
a dejar una tierra enamorada
bajo un árbol, octubre, me escribiste
las letras que soñé sobre la almohada.

A amor, noviembre cálido, supiste,
y a besos de café en la madrugada,
y en nubes y montañas reluciste
cual níveo santuario che ci bada...

Diciembre, dos veces viajar me viste,
dos mundos, Navidad, y una velada.
De fiesta y entusiasmo nos vestiste
con doce deseos y una mirada.

Enero, mágico nos sorprendiste
con lienzos de vida coloreada
por unos mismos óleos... Convertiste
la hora que fue gris en plateada.

Febrero, de Carnaval nos teñiste,
y el domingo entre niebla plateada
vi al príncipe encantado.. (¿tú lo viste?)
La princesa era yo. Venezia el hada.

Y el palacio llegó... Tú, marzo, fuiste
un hogar, una terraza encalada,
ciudad de mar en la que nos serviste
dos arros negre sabor carcajada.

Abril, que de mis manos recogiste,
las rosas con aroma de balada...
Abril que a nuestro paso sonreíste
ante una torre cómplice inclinada.

Así llega este mayo extraordinario,
y soy libre y feliz; soy luna llena
y soy el sol y el mar, y este diario
es 'luz' y es 'resplandor': 'Lume' y 'Elena'.

Concluye aquí mi oda al calendario...
..Y a un ángel que no escribe sobre arena.


Elena.

7.6.06

En un rincón andaluz, tierra de sangre caliente




Una mañana de abril cogí un tren hacia Sevilla... No lo había planeado, y como de costumbre, una buena idea improvisada siempre sale bien. Pasé un día extraordinario empapándome de la historia y del sentir de la ciudad. Disfruté de todo: del viaje en tren, del desayuno, del plano callejero, de los lugares que visité, de la sombra y del sol... De todo.

Sin embargo, la foto que acabo de colgar no es de Sevilla, sino de Córdoba... Y es que cuando fui a Sevilla el tren pasó por Córdoba, una ciudad que me gustaría volver a ver pronto... De pequeña viajé varias veces hasta allí, porque allí vivían mis tíos y mis primos.

...Me apetece pisar Andalucía... Tal vez este otoño, cuando apriete menos el calor. Será extraordinario pasar la tarde contigo, Luca, en los jardines del Alcazar de Sevilla... Y pasear por la mañana por el Patio de los Naranjos, junto a la Mezquita de Córdoba...

...Y adentrarte, al caer la noche, en el corazón de esa fiesta andaluza que no cesa, porque flota en el aire y resuena en el empedrado de las calles antiguas... A veces es sólo una guitarra que llora (puede ser de tristeza, puede ser de felicidad...). A veces es un cantar espontáneo, o a veces, las risas de las vecinas que charlan entre las flores de sus terrazas encaladas... O sentadas en sus sillas de mimbre y madera de colores, junto a los azulejos que, recién mojados, refrescan el ambiente.

...Una tierra de fuego, fraguada en ritmos difíciles de comprender, pero que no dejan indiferente a nadie. Una tierra encantada de la que llevo un poco de sangre.

Besos! ...Y una poesía sobre naranjos... De Machado:

La plaza y los naranjos encendidos...

La plaza y los naranjos encendidos
con sus frutas redondas y risueñas.

Tumulto de pequeños colegiales
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas.

Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!...

Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!